Cada uno tenemos algo que consideramos como propio, y esa
propiedad esta tutelada por los mandamientos ¡No
robarás!...¡No desearás las cosas ajenas!
Si no
respetáramos la propiedad de los demás haríamos imposible la convivencia en la
sociedad.
Nosotros
tenemos derecho a que lo nuestro se respete…. Y Dios…¿El Creador y dueño de
todo no tendrá derecho a que lo suyo sea respetado?
Pero antes
tendríamos que saber qué es lo que le pertenece a Dios… Quizás pensaríamos que
los templos… y es cierto…pero esos templos que decimos que le pertenecen a Dios
¿No llegan a parecer a veces mercados o clubes sociales porque las personas que
asistimos a ellos no manifestamos respeto en las celebraciones litúrgicas, en
las oraciones?
Olvidamos
que son lugares sagrados, por estar dedicados a Dios y permanecemos en ellos
como si estuviéramos en cualquier lugar, olvidando incluso el respeto a Cristo
vivo, presente y palpitante en el sagrario.
¿No son
el templo, y hasta sus atrios lugares sagrados? …Lo son, aunque muchos católicos
hagamos parecer con nuestra actitud que no lo son.
Los
fieles debíamos aprender el respeto a lo sagrado de la actitud de los Obispos y
los sacerdotes pero, aunque ellos no nos dieran ese ejemplo, los fieles SI
AMAMOS a Cristo, guardaríamos ese respeto.
¿Pero
por qué darle tanta importancia al respeto en el templo?
Porque generalmente
con el respeto que tenemos a ciertas cosas manifestamos el respeto que tenemos
hacia la persona a la que le pertenecen.
Jesús
defendió el templo como un lugar sagrado, y corrió de él violentamente a los
vendedores (Jn 2,13-22).¿Que haría ahora en nuestros templos cuando son
dedicados a cualquier actividad ajena a Dios?
¿No
correría del templo a aquellos que, actualmente lo convertimos en un mercado?
Pero, una
propiedad de Dios más sagrada que el templo, es NUESTRA ALMA que le corresponde
exclusivamente a Él y a nadie más.
…Pero no
hemos respetado esa propiedad de Dios, y más bien, lo hemos echado de ahí
tantas veces por el pecado.
¿Cuánto
lo ofenderemos al ignorarlo y darle el corazón a cualquier persona o incluso a
las cosas, quitándole a Dios su lugar privilegiado?
¿Con qué
cara podemos defender nuestro derecho a que respeten lo nuestro…y nosotros,
perteneciendo a Dios no le hemos dado a Él nuestro corazón?
¿Y
porqué decir que pertenecemos a Cristo? Sencillamente porque hemos sido
comprados a precio de su sangre (1Cor 6,20), “solo” por eso somos suyos.
Pero habrá
quien diga: ¡Yo nunca lo correría de mi alma! Sin embargo, con cada pecado
seguimos usurpando su lugar para dárselo a alguien o a algo más.
¿Y tú
qué dices…Te decides a darle a Dios su lugar?